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ABANDONADOS

Hay una palabra en la lengua castellana para definir el afecto, cariño o estimación hacia una persona o cosa. Según John Bowlby, el apego se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos individuos, por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección.
Para la mayoría de nosotros, ésta vinculación es vitalicia y nos lleva a considerar a nuestra mascota como un miembro más de la familia. Nuestros gatos tienen su propio espacio y costumbres, así como una relación especial para con cada uno de los miembros de ésta. Procuramos que su vida sea lo más agradable posible, nos ocupamos de su alimentación, de su higiene y de su salud, y ellos nos dan lo mejor de sí mismos, su compañía, su cariño…
Pero lamentablemente no todos los seres humanos desarrollan el apego del mismo modo y son capaces de desprenderse del objeto de su apego sin el menor remordimiento ni preocupación, incluso cuando éste es un ser vivo. También suele suceder que éste apego surte fruto de la sustitución, por definición el reemplazo o cambio por una persona o cosa que cumpla la misma función. Estos casos llevan al maltrato y al abandono.
Cuando un animal casero se encuentra en la calle se encuentra completamente desplazado en un entorno extraño y hostil con el que no está familiarizado. Los sonidos y el entorno le resultan también desconocidos y, si ha estado en un hogar desde cachorro, carece de la experiencia básica para buscar sustento. Si además no está esterilizado, la probabilidad de meterse en líos aumenta considerablemente, exponiéndose a enfermedades de transmisión mortales como la inmunodeficiencia y leucemia felinas.
Por decirlo en pocas palabras, abandonar a un animal es prácticamente una sentencia de muerte.
Existen varias organizaciones y asociaciones protectoras de animales, como PROA cuya labor pretende abolir el máximo posible de éstas condenas, mediante la recogida, tratamiento y reinserción del animal. Nos hacemos cargo de él de forma (en el mejor de los casos) temporal, y le proporcionamos alimento, atención veterinaria y seguridad. También trabajamos con aquellos que lo necesitan para que sean los animales sociables y confiados que nunca debieron dejar de ser. Es una labor compleja que podemos llevar a cabo gracias a que cada vez hay más personas concienciadas y voluntariosas que se prestan a trabajar como voluntarios o casas de acogida, acogiendo a aquellos gatitos que más lo necesitan y ofreciéndole un hogar temporal donde volver a sentirse miembro de una familia mientras esperan encontrar un hogar definitivo.
La labor de las casas de acogida es fundamental para el desarrollo social de un animal abandonado, puesto que no solo les devuelve al mundo al que pertenecen, sino que les prepara para ocupar un lugar imprescindible como objeto de apego vitalicio, como miembro de una unidad familiar y olvidar que un día fueron victimas. También es una labor dura, pues el agradecimiento del animal nos genera un apego especial, ese que surge fruto de la necesidad, y al que es tan difícil renunciar, especialmente para esas personas para quienes este tipo de relación es tan importante como la vida misma.
Escrito por Jesús Aguirre para la Revista Gatos (Nº18 3/10/2010)